Son las nueve y cuarto de la mañana. Mi padre viene a buscarme en coche a mi localidad; hace bastante frio, unos cuatro grados centígrados. Salimos de la ciudad y emprendemos camino hacia la montaña de La Mola por el desvio del Cavall Bernat. Ascendemos por una urbanización de montaña hasta llegar al lugar donde aparcamos el coche no sin antes haberlo calzado bien, debido a la gran pendiente.
     El Sol empieza a acariciar la verde vegetación y en su incipiente ascenso forma grandes sombras mezcladas con intensos reflejos de luz. Empieza la caminata. Enseguida nos enfilamos al Camí dels Monjos y empezamos a notar en nuestras piernas la pendiente de este tramo inicial que sin duda es uno de los más duros del recorrido. No llevamos ni veinte minutos de excursión y ya podemos divisar las extraordinarias formaciones rocosas en forma de "rascacielos adosados unos a otros". Este paisaje se forma debido a la diferente dureza de la roca y la tierra que la envuelve añadiendo los siglos y siglos de desgaste producido por el agua en su versión líquida y sólida; esta última al desgajar literalmente secciones de roca cuando debido a las bajas temperaturas se hiela en el interior de las grietas de las formaciones rocosas y el líquido elemento las fractura internamente en su proceso de congelación al aumentar de volumen.
     Seguimos subiendo, llevaremos una media hora de camino... El desnivel se hace considerable y ya empezamos a ver grandes vistas del entorno. No podemos dejar de hacer mención de la imponente vista al oeste de la montaña del macizo rocoso de Montserrat que efectivamente parece una gigantesca sierra de piedra colocada sobre una llanura que, si cabe, hace aún más grande su majestuosidad. La formación geológica de Montserrat es similar a la de La Mola aunque en el primer caso la tierra blanda desapareció hace mucho tiempo debido al efecto erosivo y la gran altura de las formaciones rocosas le dan ese aspecto majestuoso y misterioso.
     A lo largo del camino y entre grandes vaguadas sembradas de intensa vegetación, sobresalen grandes montículos rocosos aislados que le dan al paraje una belleza muy peculiar. Estas formaciones no están peladas del todo y nos recuerdan, al mostrarnos la vegetación que albergan, que todavia están en un proceso intermedio de erosión sobre todo si las comparamos con las de Montserrat.
     La vegetación de La Mola es mixta y es de naturaleza mediterránea con sus extensos bosques de pino y también densas agrupaciones de encinas y otros árboles.
     Ya no tenemos apenas frio a pesar de que la temperatura ambiente no debe superar los dos o tres grados. Seguimos subiendo y mirando abajo en dirección este podemos observar unas caprichosas agujas de roca jalonadas de islotes de vegetación. La primera sensación que me da esta vista es de un gran vértigo unido después a un agradable sentido de la grandeza de la naturaleza y de su inmensa belleza... Al seguir caminando y dejar atrás esas formaciones tan peculiares, descubrimos una cueva formada por la superposición de dos gigantescos bloques de roca. Tiene unos cuatro o cinco metros de altura y su profundidad horizontal debe ser de unos seis o siete metros. Mi padre en principio no quiere venir a verla pero después accede y se queda bastante sorprendido. Ambos, padre e hijo, comentamos que dicha formación nos serviría muy bien de refugio en caso de que el tiempo cambiara repentinamente y llegara a llover o nevar.
     Llevaremos tres cuartos de hora caminando. Nos hemos parado en un par de ocasiones a descansar y la caminata se va haciendo cada vez más agradable ya que las pendientes son cada vez menos pronunciadas y los senderos se hacen más anchos y mejor empedrados. Nos sorprende en una zona de la montaña encarada al norte y muy sombria por ello, un pasadizo cubierto de densa vegetación que está perfectamente empedrado. Al parecer, este tipo de obras que salpican todo el recorrido fueron realizadas por los monjes que regentaron el monasterio. Al no tener otro tipo de locomoción, la mejor manera de hacer más llevadero el ascenso era pavimentar de piedra los numerosos caminos que llevan a la cima. También nos llama mucho la atención en este tramo del viaje el hallazgo de un portal de Belén construido debajo de la protección de una roca plana, semivolcada. Debajo del lecho de musgo donde se asienta la escena del nacimiento del Señor, hay un interruptor de luz. Yo, curioso, lo pulso y con gran asombro compruebo que funciona y entonces una regata de pequeñas bombillas se encienden mezclando así la belleza de la naturaleza y la de la técnica humana. Mi padre y yo comentamos la originalidad y la forma de construir este Belén en plena montaña de La Mola.
     A esta altura de la montaña y en varios giros de los incontables senderos que ya hemos dejado atrás, podemos ver más y más cerca el monasterio que corona nuestra montaña. Sí, nuestra montaña, porque después de algo más de una hora de marcha ya nos sentimos perfectamente integrados en ella y en la Naturaleza que invade todo nuestro ser. Siento que mis fosas nasales están perfectamente despejadas y puedo ahora respirar con una intensidad inusual que a la vez me hace sentir los variopintos aromas y olores de la vegetación de la montaña, de su tierra y de su aire... Ya no nos sentimos abrumados por toda la masa montañosa que al inicio del viaje nos hacía recordar que no somos nada separados de la Naturaleza y que debemos olvidar el precepto renacentista de que el hombre es el centro de todo el Universo. Ahora nos sentimos como jinetes encima de sus caballos en perfecta armonia y formando una sola formación. La montaña nos ha absorbido y formamos parte de ella.
     Por fin, los dos pisamos el trecho de camino de piedra y cemento que ya nos sube hasta la pequeña planicie del monasterio. Son unos trescientos metros que ya no nos parecen casi nada después de la hora y media de singladura. Andamos ansiosos por alcanzar la esperada meta no sin antes otear hacia el norte y a lo lejos la espléndida postal de montañas nevadas que nos ofrece en esta época del año el Prepirineo catalán. ¡Ya está, llegamos!; nuestra cota es de unos 1100 metros de altitud. Nos paramos un instante para dar un golpe de vista de trescientos sesenta grados: al sur, Collserola y los destellos del mar Mediterráneo como si fuera un mar de espejos; al norte, el ya mencionado Prepirineo; al este, la vista imponente del Montseny; y al oeste el también mencionado, varias veces, espectáculo de Montserrat.
     Hemos conseguido nuestro propósito y nos introducimos en el bar-restaurante del monasterio para realizar un merecido almuerzo. Un par de bocadillos, algunos frutos secos, un café y una infusión ponen fin a nuestro ascenso. Nos sentimos satisfechos; aunque aún nos queda otra hora y pico de descenso. Este viaje se ha acabado pero muchos más esperan para que sigamos disfrutando de nuestra Naturaleza y de nuestros paisajes aquí y allá por todo este mágnifico planeta Tierra que se nos ha regalado. Gracias.
     El Sol empieza a acariciar la verde vegetación y en su incipiente ascenso forma grandes sombras mezcladas con intensos reflejos de luz. Empieza la caminata. Enseguida nos enfilamos al Camí dels Monjos y empezamos a notar en nuestras piernas la pendiente de este tramo inicial que sin duda es uno de los más duros del recorrido. No llevamos ni veinte minutos de excursión y ya podemos divisar las extraordinarias formaciones rocosas en forma de "rascacielos adosados unos a otros". Este paisaje se forma debido a la diferente dureza de la roca y la tierra que la envuelve añadiendo los siglos y siglos de desgaste producido por el agua en su versión líquida y sólida; esta última al desgajar literalmente secciones de roca cuando debido a las bajas temperaturas se hiela en el interior de las grietas de las formaciones rocosas y el líquido elemento las fractura internamente en su proceso de congelación al aumentar de volumen.
     Seguimos subiendo, llevaremos una media hora de camino... El desnivel se hace considerable y ya empezamos a ver grandes vistas del entorno. No podemos dejar de hacer mención de la imponente vista al oeste de la montaña del macizo rocoso de Montserrat que efectivamente parece una gigantesca sierra de piedra colocada sobre una llanura que, si cabe, hace aún más grande su majestuosidad. La formación geológica de Montserrat es similar a la de La Mola aunque en el primer caso la tierra blanda desapareció hace mucho tiempo debido al efecto erosivo y la gran altura de las formaciones rocosas le dan ese aspecto majestuoso y misterioso.
     A lo largo del camino y entre grandes vaguadas sembradas de intensa vegetación, sobresalen grandes montículos rocosos aislados que le dan al paraje una belleza muy peculiar. Estas formaciones no están peladas del todo y nos recuerdan, al mostrarnos la vegetación que albergan, que todavia están en un proceso intermedio de erosión sobre todo si las comparamos con las de Montserrat.
     La vegetación de La Mola es mixta y es de naturaleza mediterránea con sus extensos bosques de pino y también densas agrupaciones de encinas y otros árboles.
     Ya no tenemos apenas frio a pesar de que la temperatura ambiente no debe superar los dos o tres grados. Seguimos subiendo y mirando abajo en dirección este podemos observar unas caprichosas agujas de roca jalonadas de islotes de vegetación. La primera sensación que me da esta vista es de un gran vértigo unido después a un agradable sentido de la grandeza de la naturaleza y de su inmensa belleza... Al seguir caminando y dejar atrás esas formaciones tan peculiares, descubrimos una cueva formada por la superposición de dos gigantescos bloques de roca. Tiene unos cuatro o cinco metros de altura y su profundidad horizontal debe ser de unos seis o siete metros. Mi padre en principio no quiere venir a verla pero después accede y se queda bastante sorprendido. Ambos, padre e hijo, comentamos que dicha formación nos serviría muy bien de refugio en caso de que el tiempo cambiara repentinamente y llegara a llover o nevar.
     Llevaremos tres cuartos de hora caminando. Nos hemos parado en un par de ocasiones a descansar y la caminata se va haciendo cada vez más agradable ya que las pendientes son cada vez menos pronunciadas y los senderos se hacen más anchos y mejor empedrados. Nos sorprende en una zona de la montaña encarada al norte y muy sombria por ello, un pasadizo cubierto de densa vegetación que está perfectamente empedrado. Al parecer, este tipo de obras que salpican todo el recorrido fueron realizadas por los monjes que regentaron el monasterio. Al no tener otro tipo de locomoción, la mejor manera de hacer más llevadero el ascenso era pavimentar de piedra los numerosos caminos que llevan a la cima. También nos llama mucho la atención en este tramo del viaje el hallazgo de un portal de Belén construido debajo de la protección de una roca plana, semivolcada. Debajo del lecho de musgo donde se asienta la escena del nacimiento del Señor, hay un interruptor de luz. Yo, curioso, lo pulso y con gran asombro compruebo que funciona y entonces una regata de pequeñas bombillas se encienden mezclando así la belleza de la naturaleza y la de la técnica humana. Mi padre y yo comentamos la originalidad y la forma de construir este Belén en plena montaña de La Mola.
     A esta altura de la montaña y en varios giros de los incontables senderos que ya hemos dejado atrás, podemos ver más y más cerca el monasterio que corona nuestra montaña. Sí, nuestra montaña, porque después de algo más de una hora de marcha ya nos sentimos perfectamente integrados en ella y en la Naturaleza que invade todo nuestro ser. Siento que mis fosas nasales están perfectamente despejadas y puedo ahora respirar con una intensidad inusual que a la vez me hace sentir los variopintos aromas y olores de la vegetación de la montaña, de su tierra y de su aire... Ya no nos sentimos abrumados por toda la masa montañosa que al inicio del viaje nos hacía recordar que no somos nada separados de la Naturaleza y que debemos olvidar el precepto renacentista de que el hombre es el centro de todo el Universo. Ahora nos sentimos como jinetes encima de sus caballos en perfecta armonia y formando una sola formación. La montaña nos ha absorbido y formamos parte de ella.
     Por fin, los dos pisamos el trecho de camino de piedra y cemento que ya nos sube hasta la pequeña planicie del monasterio. Son unos trescientos metros que ya no nos parecen casi nada después de la hora y media de singladura. Andamos ansiosos por alcanzar la esperada meta no sin antes otear hacia el norte y a lo lejos la espléndida postal de montañas nevadas que nos ofrece en esta época del año el Prepirineo catalán. ¡Ya está, llegamos!; nuestra cota es de unos 1100 metros de altitud. Nos paramos un instante para dar un golpe de vista de trescientos sesenta grados: al sur, Collserola y los destellos del mar Mediterráneo como si fuera un mar de espejos; al norte, el ya mencionado Prepirineo; al este, la vista imponente del Montseny; y al oeste el también mencionado, varias veces, espectáculo de Montserrat.
     Hemos conseguido nuestro propósito y nos introducimos en el bar-restaurante del monasterio para realizar un merecido almuerzo. Un par de bocadillos, algunos frutos secos, un café y una infusión ponen fin a nuestro ascenso. Nos sentimos satisfechos; aunque aún nos queda otra hora y pico de descenso. Este viaje se ha acabado pero muchos más esperan para que sigamos disfrutando de nuestra Naturaleza y de nuestros paisajes aquí y allá por todo este mágnifico planeta Tierra que se nos ha regalado. Gracias.
4 comentarios :
Me ha gustado mucho este artículo tuyo, andybel. Tratas con seriedad y de forma sencilla la experiencia de una excursión a la Mola describiendo tus experiencias y sensaciones a lo largo del camino.
¡Ojalá, mucha gente opine en este artículo y así se forme una conciencia interesante de lo bueno que es para todos mantener nuestra naturaleza tal como ha estado siempre para que así podamos seguir disfrutando de Ella.
Muy bien por tu artículo, sigue escribiendo así como lo haces.
Sí,Andybel; los que te conocemos sabemos que te gusta mucho ir a pasar un buen rato a la naturaleza ya sea de excursión a pie, en bicicleta de montaña o en coche.
Nos ha gustado tu entrada y así haces que el grupo de excursión a la Mola cada vez sea más grande.
Nos ha gustado bastante tu artículo.
Està bé que n´hi hagi gent com tú, Andybel, que faci aquests tipus d´articles sobre la natura més inmediata que ens envolta.
A tota la penya excursionista de Terrassa i de ´l´ajuntament ens ha agradat molt la teva percepció de la muntanya i de la teva experiència en pujar-hi.
Continua així i veritablement tots assolirem una consciència important del valor de la natura.
muy bonito reportaje y con mucha información interesante..dan ganas de ir. gracias.
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