Hay veces en las que uno no sabe qué hacer un domingo por la tarde. Y más un domingo de esos del mes de agosto en los que casi todo el mundo está de vacaciones y tú tienes dentro del cuerpo esa desazón tan peculiar porque tienes que ir a trabajar al día siguiente.
     La sobremesa la hicimos como siempre. Después de comer y de arreglarlo todo, nos echamos en el sofá y entramos en el sopor ese que te hace dormir aunque no quieras. Yo ya la había avisado de que aquel domingo iríamos a toda costa a dar una vuelta por Barcelona; pero ya se sabe lo que pasa cuando se cae en el sofá después de la comida... Así, los dos dormidos, ya veía abortada la salida aquella tarde hasta que en un esfuerzo casi sobrehumano azucé a mi compañera para que saliéramos a pasear por Barcelona y en concreto por el Port Olímpic.
     Después de arreglarnos, cogimos nuestro ya entrado en años vehículo particular y nos enfilamos por la autopista C-58 hacia la Ciudad Condal. El tráfico no era especialmente intenso pero tampoco tan liviano que hiciera ni siquiera pensar que estábamos en el mes escogido por excelencia por los españoles para disfrutar de sus vacaciones. Entrando en Barcelona los paneles indicativos de la autopista comunican que el acceso a la Ronda Litoral está cortado. En un principio pensamos que era un fastidio porque estamos acostumbrados a ir por ese camino cuando vamos al Port Olímpic; pero enseguida nos damos cuenta de que es una oportunidad para entrar por el camino de toda la vida a Barcelona desde el norte de la ciudad. Es decir, por la Avenida Meridiana. Hacía mucho tiempo que no íbamos por ahí. También están en obras por la construcción de los túneles del tren de alta velocidad, el "AVE"; aunque enseguida nos vamos acercando a la Plaza de las Glorias Catalanas, muy cambiada por cierto desde la construcción de la imponente y llamativa Torre Agbar. No quisimos pasarla de largo sin hacerle una foto.
     Al llegar a la zona de la Villa Olímpica no se puede negar que lo más impresionante es la estampa poderosa de las dos torres, la Torre Mapfre y la Torre Arts. Conseguimos aparcar el coche en una calle cercana y comenzamos nuestro paseo por el Port Olímpic. Es muy bonita esta zona de la ciudad con sus barcos amarrados en el puerto y todo ello circundado de confluidos bares, restaurantes y locales musicales. Mi mujer y yo paseamos por el espigón y nos entretenemos con las vistas del mar, del paisaje urbano, de las gentes ociosas, de los barcos, de las gaviotas, etc. Ha sido una buena idea el pasear por aquí.
     El atardecer avisa de su llegada cuando el sol en su recorrido tropieza con la fachada de una de las dos torres y se provoca la sombra encima del Port Olímpic. Nosotros tampoco queríamos hacer mucho más que dar una vuelta y tomar una cerveza fresquita para despejarnos un poco y tomar el aire. Al caer el sol, se provoca un juego múltiple de sombras y tonalidades que hacen muy apetecible el practicar el arte de la fotografía. Así que saco mi cámara y tomo unas cuantas instantáneas de toda la zona. Cuando acabo no me satisfacen mucho pero cuando las vi en el ordenador, me parecieron bien bonitas y entonces me decidí a hacer este articulín.
     No he querido hacer alarde de literatura ni tampoco de proselitismo turístico. Lo único que he querido es plasmar por escrito algo tan sencillo pero no por ello menos bello que la felicidad de un paseo con mi mujer por una de las zonas más bonitas de la ciudad donde nací.      Ya se sabe, el filósofo ha dicho en más de una ocasión que la felicidad, la verdadera, radica en ser conscientes de los sencillos buenos momentos y agradables cosas que nos pasan cada día. Sólo era un legítimo intento de ser feliz; esta tarde creo que lo he sido.
1 comentario :
Niño, estás hecho todo un periodista en toda regla.
Me gusta mucho tu blog , queda muy bonito con las fotos.
Yo también me tendría que estrenar.
Hasta luego, guapo.
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