Hace algo menos de una hora hemos asistido a la conferencia "Las Nuevas Formas de Consumo" que se ha desarrollado en el Centre Cultural de Caixaterrassa.
La conferenciante ha sido Muriel Casals (Profesora del Departamento de Economía y de Historia Económica de la Universitat Autónoma de Barcelona), y el presentador Joan Carles Peris (editor del Telenotícies de cap de setmana de TV3).
La conferencia ha tenido básicamente dos líneas de reflexión: Por un lado, el consumo como motor de la economía, y por otro, el progreso general de la humanidad que crea nuevas formas de consumo.
Está claro que hasta la primera mitad del siglo XX el ahorro era una virtud que se oponía al consumo o gasto; de hecho las entidades bancarias premiaban con un interés financiero a aquellas personas que se abstenían de consumir y con ello acumulaban un excedente de dinero para dedicarlo al ahorro. Hoy, eso ha cambiado y el consumo no es sólo una manera de satisfacer nuestras necesidades más perentorias, sino que también se adquiere, con según qué objetos, estatus, prestigio, tranqulidad, seguridad, etc., conformando de esta manera una identidad que respondería a aquel dicho que reza "no es lo que tienes, es lo que eres."
En las economías maduras postindustriales, ha ganado relevancia el consumo relacionado con el sector servicios. Es éste, un consumo más "virtuoso" desde un punto de vista ecológico pues no genera tantos residuos al no basarse tanto en el objeto material vendido sino en el uso de algo, ya sea cultura o servicio.
Podríamos mencionar como nuevas formas de consumo actual las tiendas outlets, la compraventa por internet, el consumo de entretenimiento, la compra de objetos a medio fabricar, -como muebles montables de ciertos establecimientos comerciales-, y el consumo de bienes que llevan aparejados con su adquisición la sensación de ciertas emociones (por ejemplo, participar en bolsa por internet).
Para mí está claro que todo consumo lleva en el fondo una búsqueda, aunque sea inconsciente, de la felicidad. Yo le diría a todo el mundo que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.
Vosotros, ¿qué decís? ¿Hemos valorado demasiado los objetos materiales? ¿Deberíamos valorar más, por ejemplo, el hablar bien, el ser culto, el ser educado, el ser solidario, etc. etc.? Para, en fin, ¿ser más felices?