Lo cierto es que no habría pensado en volver a tierra extremeña. Tan sólo en una ocasión, cuando aún era un jovenzuelo, me acerqué a la noble ciudad de Cáceres para visitar a un viejo compañero y amigo de milicia y sinceramente esa peculiar y extrema tierra me causó ya una muy buena impresión. Me acuerdo que el último día de mi estancia allí probé la fabulosa caldereta extremeña y eso tuvo mucho que ver en que siempre guardara en mis archivos memorísticos un sitio para recuerdo de "mangurrinos y belloteros".
Pero mira por dónde, que mucho más tarde y alcanzada ya la edad madura, mi sino me llevó a converger muy felizmente y de forma vitalicia (o por lo menos eso espero...) con una mujer de orígenes íntegra y profundamente extremeños. Lo de íntegra, porque sus ascendientes, hasta donde alcanza el conocimiento de ellos, son todos de esa noble tierra. Y lo de profundamente, porque son originarios de una tierra que todavía conserva su tradición y su personalidad, ajena todavía a la globalización y a la uniformización de nuestros días que tienen su mayor exponente en nuestras grandes ciudades.
Ya he vuelto a visitar esa tierra en algunas ocasiones; pero este verano fue especial. Sentí emociones que yacían polvorientas en los recovecos más oscuros de mi personalidad. Me volví a sentir español en el sentido más tradicional y castizo del término. Me olvidé del individualismo que invade nuestras vidas agitadas de ciudades como Barcelona y Madrid por no citar otras tantas más. Me quedé asombrado de la longevidad de algunos de sus habitantes que emanaban juventud en el brillo de sus pupilas y sobre todo una inmensa felicidad en la sencillez de sus vidas todavía tradicionales.
Pude comprobar como todavía existe en España gente religiosa y fervorosa que acude periódicamente a misa. Vi que también hoy existen familias de apellidos nobles y de rancio abolengo que mantienen sus palacios y sus extensas propiedades rústicas. Vi que todavía hay gente que vive del campo y del ganado y que lo hace sin complejos y con toda la naturalidad del mundo.
Sí, es Extremadura una tierra profundamente española que ha dado a su historia pasajes de gloria y grandes aventuras encarnadas en personajes y conquistadores en tierra americana como Hernán Cortés y Pizarro por citar sucintamente nada más que a dos.