El columnista del diario El Mundo fallece tras dos meses en coma
David Gistau ha muerto ayer en Madrid a la edad de 49 años, después de dos meses en coma tras sufrir una grave lesión cerebral mientras practicaba boxeo, una de sus grandes pasiones después de la escritura tanto en versión periodística como literaria.
Nació en junio de 1970 en la capital de España, había estudiado en el colegio francés de Antoine de Saint-Exupéry y después periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, facultad en la que no llegó a licenciarse para más tarde convertirse en uno de los analistas informativos de referencia de la actualidad periodística española. Fue reportero en Afganistán, guionista, colaborador de radio en Onda Cero y la COPE, y actualmente trabajaba en El Mundo. Deja una familia compuesta por su mujer y sus cuatro hijos.
David también se prodigó ampliamente como escritor y publicó obras como Ruido de fondo, Golpes bajos, y Gente que se fue; aunque antes de morir siempre manifestaba que tenía en mente hacer "una novela gorda".
La mordacidad, el ingenio y el humor eran características básicas de un quehacer periodístico y de análisis informativo que no dejaban indiferente a nadie. Esto no fue obstáculo para que fuera respetado como profesional de la información, sobre todo por aquellas personas que se situaban ideológicamente más a la izquierda que David, prueba de ello son las múltiples evidencias de condolencia mostradas por tantos personajes públicos de toda índole.
Viendo una entrevista a Gistau, en la que destaca la fugacidad de la vida y en la que afirma que de lo único que se arrepiente es de haber sido perezoso en ciertas cosas de su pasado y que lo que le daba miedo en ese momento era dejar demasiado prematuramente a su familia; surge inevitablemente la cuestión filosófica de la vida, del sentido de la misma, del propósito existencial -sobre todo en aquellas personas que ya están cerca o pasan de la edad de cincuenta-, y es entonces cuando uno se da cuenta de la importancia del paso del tiempo y de que cada minuto y cada experiencia cuentan. Esto se acentúa todavía más, cuando alguien en aquella franja de edad va viendo morir a personas más jóvenes que él.